jueves, 8 de abril de 2010

Bellum



Miró a su alrededor...
Todo era desolación. Respiración entrecortada.
Todo era muerte. Respiración entrecortada.
Todo era destrucción. Respiración entrecortada.

La sangre batía con furia en su cabeza. Los pulmones le ardían y la humedad se hacia patente en cada hueso, en cada músculo, en cada resquicio de su cuerpo. El fango era abrigo; la roca, escudo y su misera, alimento.
Ni siquiera el mismo parecía ser algo vivo, o por lo menos, digno de vivir. Había combatido desde las Ardenas, hasta Ypes; desde Somme, hasta su tumba de Verdún. Era hijo de Marte, un guerrero, y no conocía más de la vida, que la guerra. Triste honor.

Al principio era por Patriotismo; combatió con fuerza. Luego por odio; combatió con fuerza. Luego por venganza por los caídos; combatió con fuerza.
Ahora, solo en la trinchera, comprendió que su vida debía finalizar. Su Patria, arrasada. Su odio, aplacado. La venganza, imposible.
Así que decidió morir.
No se entristeció. El frío desapareció, la respiración se normalizó.
No se entristeció, él había podido elegir cuando morir. Los soldados no tienen ese honor, eso lo deciden los generales y los gobernantes. Ellos sólo pueden cumplir órdenes, pero no elegir cuando morir. Se alegró incluso, porque se dio cuenta de que jamás había odiado a los tommys (apodo despectivo para los sold. ingleses), si no a sus propios generales y al Káiser.
Su protesta ante aquella guerra, sería elegir cuando morir. Ese sería su acto de condena. Si, ese sería.

Puestos a morir, hagamoslo como un soldado. Desentumeció sus piernas, arregló su casaca, limpió lo mejor que pudo el barro y se aclaró la cara. Se colgó el fusil al hombro, y con paso decidido y firme -como quien marcha orgulloso en un desfile- salió de su baluarte y enfiló las lineas enemigas.

A pocos pasos de su trinchera, cayó al suelo, solo, con el pecho abierto. Hace frio.


"Carta a la señora Wölfang:

Su hijo, el sargento Diedrich Wölfang von Hataussen. Falleció el 10 de diciembre de 1916, en la heroíca carga del sexagésimo cuerpo de infantería contra posiciones enemigas, murió junto con sus compañeros defendiendo suelo Alemán, consiguiendo recuperar un baluarte que [...]"


Mierda, no han entendido nada. Después de todo. Morí como ellos quisieron.

Aúlla*

1 comentario:

  1. Gran entrada, trágica, como todo esto...
    Lo triste es que a veces no se ve por lo que luchamos, por lo que nos dejamos la piel y, en el caso de Diedrich, por lo que morimos.
    Muy bien escrita, como siempre ^^
    Por cierto, ahora si que esta genial tu blog, con foto y todo =P
    Un beso. Te seguimos.

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